miércoles, 25 de noviembre de 2009

DANIELA MONTERO, JORGE CALDERON Y ELENA GUTIERREZ / NARRACIÓN A PARTIR DE TERMINOS CLAVES / CHEPE DE NOCHE

Scarlett, como se llamaba a sí misma Estefanía después de ponerse el Sol, era el nombre de aquella puta con quien compartí taxi una madrugada lluviosa. No se contenía en intimidar con su sensualidad, amparada en su uniforme: lápiz labial color sangre, pantimedias fantasía, una peluca colorada y un vestido cortísimo que se asemejaba a un capote, pues su función era atraer seres extasiados a una experiencia momentánea; un esmalte carmín complementaba su look. – ¡Papi venga móntese, no se moje!- Me dijo en ese tono fresa, que hace hervir la sangre cuando se trata de una quinceañera quejosa. En este caso quien lo utilizaba era una voluptuosa mujer entrada en sus veinte, con cara de noche de pocos clientes.

Cuando el primer semáforo nos detuvo, pude examinarla con más detalle. Scarlett olía a sudor nocturno y a sexo, combinado con el body wash olor a cereza que se esmeraba en rociarse en intervalos de cinco minutos. Después de preguntar por mi nombre y paradero, me relató algunas nimiedades de su vida normal. Alquilaba el cuerpo para pagar la U y sólo atendía gringos. – ¡Se imagina que bañazo toparme a un compa!-. Me sorprendió lo presta que estaba para compartir intimidades con un mae que se topó en Chepe. La mejor explicación la encontré en el aliento a Cacique, que se volvía peor con cada frase, y la evidente soledad en que se encontraba. La muchacha se vino de Turrialba por que el padrastro era abusivo. Además quería huir una vida de pobreza. Se la trajo un “viejo que andaba buscando modelos” en aquellos lares, cuando en realidad busca bailarinas para un night club en la zona roja de la capital. Después que dejó de ser la novedad, a Estefanía la echaron y tuvo que pulsearla. Buscó trabajo en el McDonald’s que quedaba a la vuelta del cuarterío donde vivía. Lo consiguió, pero sus nuevas amigas la convencieron de que dejara las hamburguesas y los pies de manzana por los polvos rápidos y las gaveteadas. Llegamos a su parada, por tierra dominicana, y Scarlett se despidió de forma muy particular. Agarró mi quijada, plantó un beso muy mecánico, me estrujó la virilidad y dejó un billete de mil arrugado.

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