miércoles, 25 de noviembre de 2009

DANIELA MONTERO Y ELENA GUTIERREZ / DESCRIPCION DE UNA CASA / MI CASA

La reconocí al verla. Había pasado tanto tiempo y sin embargo seguía siendo la misma. En un barrio donde las casas eran todas iguales (pequeñas y de dos pisos), esa se diferenciaba porque era la única de color blanco. Llegué, toqué el timbre pero nadie me abrió. Creí que los inquilinos habían salido. Espere unos cuantos minutos y luego decidí entrar. Abrí la puerta, se me vinieron tantos recuerdos a mi cabeza; era la misma casa de hace quince años. Decidí recorrerla inmediatamente porque tenía poco tiempo. Era más pequeña de lo que me acordaba; solo había una sala, la cocina, el cuarto de mis papás, el mío y un baño tan pequeño que no cabían dos personas.
Las paredes estaban todas pintadas de blanco, en las cuales colgaban más de cien fotos, ahí encontré una foto de mi bisabuelo y hasta de mi hija que nació hace un mes. Cada miembro de la familia tenía su rinconcito en esa casa. El piso era de madera. Había dos sillones color café en la sala, uno individual y el otro para dos personas. Al frente estaba un mesita y más atrás la chimenea.
A unos cuantos pasos de la sala, estaba la cocina. Había una mesa redonda con tres sillas, un mueble donde se guardaban los platos, vasos y cubiertos; al lado estaba la cocina y los sartenes. Al subir las escaleras me encontré con tres puertas; la de la derecha era el cuarto de mis papás, la del centro el baño y la otra mi cuarto.
El cuarto de mis papás era bastante pequeño, las paredes eran blancas al igual que las sábanas. En ese pequeño espacio había una cama matrimonial, un rosario en el respaldar y al frente, la cómoda de mi madre. Mi cuarto era más pequeño aún. Era la parte más abandonada de la casa, quizás porque nadie entraba desde que me fui. Solamente había una cama individual y un espejo de cuerpo entero. Me senté… cerré los ojos… y me di cuenta que esa era mi casa.

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